viernes, 28 de enero de 2011

SALVADOR ALLENDE Y AQUEL VERANO DEL 73

Aquel verano del 73 cada mañana me levantaba a las siete para estar antes de las ocho enfrentándome a integrales, derivadas, trigonometría y otras lindezas matemáticas. Nunca había sentido el peso que un examen en septiembre tiene en los ardores del verano, por eso lo mejor era aprovechar el frescor matutino antes de que la calina se adueñara de mis fuerzas.
Unos meses de adolescente avidez por descubrir nuevas sensaciones de la vida adulta me habían despistado lo suficiente como para tener mi primera experiencia de un examen en los primeros días de septiembre.
Cuando ajusté cuentas con mi vida académica, aproveché para recobrar todas aquellas actividades que el verano me había privado: alargar el tiempo metido en la cama o frecuentar más tiempo la piscina Miami.
La normalidad que había recuperado en mi vida personal contrastaba con la agitación que se vivía en Chile desde hacía unos meses. Y que se intensificó en los días posteriores a mi examen de matemáticas con el asedio sanguinario que un general golpista, Augusto Pinochet, sometía al palacio de la Moneda, la residencia del presidente Salvador Allende.
Uno a veces siente la enorme impotencia de ver cómo en la historia se comenten grandes tropelías y la impunidad se impone. Es un sentimiento de impotencia comparable al que te provoca la visión del deslizamiento de tierra de una ladera henchida por el agua de la lluvia sin que nada puedas hacer.
La descarada intervención de EEUU en el Chile de Allende, bajo la instigadora sombra de Henry Kissinger, dio alas para acabar con la vida del presidente. La imagen que corona esta entrada, en la que el presidente Allende sale del palacio de la Moneda ataviado con un casco desabrochado, es la metáfora del valiente que no teme por su vida sino por sus principios. Poco después moriría y su crimen velado por las versiones de su muerte: ¿asesinado o suicidio?
Ahora conocemos la noticia de que la Justicia chilena investigará por primera vez la muerte de Salvador Allende. Han transcurrido casi cuatro décadas y se da el paso que debió darse hace mucho tiempo. Son de esas pocas ventanas que andando el tiempo se abren a la esperanza.
A las impunidades habidas en la historia algunas veces les llega la hora de ajustar cuentas. Muchos dictadores y crueles mandatarios se van de rositas eludiendo responsabilidades de sus crímenes durante su vida, pero a veces ocurre que aunque la historia siempre los juzga puede que también lo haga la Justicia.
La imagen que corona esta entrada me trae el recuerdo de las canciones de Víctor Jara, una de las víctimas inmediatas de la represión que desató el golpe de Estado. Las canciones que en los años siguientes inundaron mis oídos y mi conciencia.
Todavía faltaba casi un mes para que volviéramos al instituto de aquel verano interminable del 73, ocupado de matemáticas, partidas de ping-pong al salir de las madrugadoras clases matutinas y de calores que aletargaban el ánimo.
En octubre volví a mis clases con el propósito de no repetir la experiencia de septiembre. Chile sucumbió en el miedo, la represión y la tortura durante muchos años.
Ahora, si se esclarecen las circunstancias de la muerte de Salvador Allende, al menos nos quedará el consuelo de esclarecer y dignificar el tributo que tuvo que pagar por defender sus principios y la democracia que las fuerzas de la sinrazón estaban a punto de violentar.
Y entre tanto Víctor Jara antes de morir dejó testimonio del horror que se desató:
Somos cinco mil aquí.
En esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil.
¿Cuántos somos en totalen las ciudades y en todo el país?
…...
¡Cuánta humanidad

con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!

sábado, 22 de enero de 2011

LOS ELOGIOS DE SARKOZY

Al enfermo imaginario de Molière, el hipocondriaco Argan, le gustaba escuchar en boca de los demás que sus enfermedades eran múltiples.
El elogio puede ser un arma de doble filo, todo depende cual sea su procedencia y el mensaje que encierra.
El presidente francés, Nicolás Sarkozy, en la visita que Zapatero le ha hecho en el Elíseo, ha animado a este a continuar con las ‘enérgicas’ medidas y las reformas ‘indispensables’ emprendidas por España ante la crisis. A modo de palmaditas en la espalda de las que acostumbra a dar el gabacho cuando pretende mostrar ese aire campechano que tanto molesta a la hierática Angela Merkel.
Elogia Sarkozy el ‘valor’ de Zapatero, incluso ofreciéndole la garantía del respaldo de Francia en su política de ajuste. Él dice que le presta su apoyo, ¿pero quién le presta el apoyo a Zapatero entre los que están dentro de su país?
Sarkozy alecciona a Zapatero para que prosiga el dictado de los mercados. Ese dulce canto quizá le impida oír los clamores que truenan en España reclamando que las políticas sociales y las conquistas de los trabajadores, ganadas a lo largo del tiempo, no se dilapiden en poco tiempo. Algo así como le ocurrió a Ulises en la Odisea, donde confundido por el canto de las sirenas se revolvía atado al mástil queriendo ir hacia ellas. Pero bien que le salvó el sabio consejo de Circe para que el resto de su tripulación sellara convenientemente sus oídos con cera y salvar así la confusa travesía.
Las voces de los sindicatos no se han escuchado en mucho tiempo. En el Gobierno, digo. Sin embargo, hemos seguido con urgencia los consejos que nos llegan desde fuera. Aquellos que dictan los mercados y sus portavoces: insignes mandatarios, organismos económicos o agencias de (im)precisa tasación. ¿Es una manera de claudicar? Si queremos estar en esta nueva economía, probablemente sí. Las reglas las dictan ellos, para eso estamos en la época hipermoderna de la ‘Gran Desorientación’.
Hace tiempo que esta política de los mercados del hipercapitalismo nos rompió los sueños. Acaso ahora los sueños se hayan cambiado por otros que se alimentan sólo con cuentas de resultados, y a los que algunos nos está costando la misma vida adaptarnos.
El diálogo social está roto en España, y esto no es bueno. No nos vale que Sarkozy aliente las medidas adoptadas por el Gobierno español. Es la felicitación de quien no le va nada en este asunto, o le va lo suficiente para que no le incomode a él.
Hay muchas voces en España eclipsadas por el ruido bronco de los mercados, por los cantos de sirena que anuncian felicitaciones allende nuestras fronteras. No nos dejemos embaucar por ellos hasta el punto de ensordecer los gritos desgarrados, casi ahogados en su propio clamor, que se oyen en España. Escuchémosles.
Llevamos tanto tiempo poniendo oído a lo que se dice fuera que quizá nos hemos olvidado lo que se dice dentro.

jueves, 13 de enero de 2011

UN AÑO DEL TERREMOTO DE HAITÍ

El mundo desarrollado occidental recuerda en estos días el aniversario del terremoto que destruyó Haití. Pero lo recuerda como si celebrara la efeméride de una desgracia a punto de instalarse en el olvido consentido. Ocupando ese lugar donde se asienta la inundación que soliviantó nuestro sueño infantil una noche de otoño o el fuego que arrasó el monte en un abrasador día estival.
Embargados ya por esa indolencia del que ya ha fijado el recuerdo en un estante del mueble del salón que solo aspira a que se le sacuda el polvo de tarde en tarde con un suave plumero. Recuerdo que tan solo puede provocar un dolor plastificado incapaz de afectar a nuestras terminaciones nerviosas.
En el mundo desarrollado occidental estamos demasiado (pre)ocupados con nuestra crisis económica que solivianta ese irrenunciable nivel de vida que nos hace unos expertos acomodados en el hipercapitalismo del que hablan G. Lipovetsky y J. Serroy en La cultura-mundo. Respuesta a una sociedad desorientada (Anagrama, 2010).
Todo parece globalizado en nuestro mundo, menos aquellas cosas que no nos interesa que lo estén. Léase: salvar de una catástrofe a zonas del planeta incapaces de hacerlo por sí mismas. Acaso porque el mercado global no encuentra rentabilidad alguna.
En Haití hay hambre, convivencia con la inmundicia, abandono, barbarie, violencia, desesperanza y hasta el cólera que les hemos importado.
Los haitianos no se confunden en pequeñas cuitas como nos ocurre a nosotros al dirimir hasta dónde podemos gastar en las compras navideñas o si debemos recortar un diez por ciento nuestro presupuesto para las rebajas. Ellos se confunden cada día en desembarazarse de una desolación que se aposentó sobre una vida ya plagada de miseria un buen día en que la tierra tembló.
Y ante todo esto cabe preguntarse: ¿se habrán fijado los mercados en la economía haitiana para asediarla, hasta el punto de que tenga que emitir deuda pública, y que finalmente los grandes países y los organismos económicos mundiales se vean en la obligación de tener que intervenirla?
Creo que no estaría mal que se interviniera la economía de Haití, como se ha hecho con la griega o la irlandesa. Gracias a ello serían muchos los miles de millones de dólares que se destinarían a semejante intervención. Pero mucho me temo que Haití no interesa a los mercados, salvo que algún fenómeno de la ingeniería económica encuentre utilidad tecnológica a las montañas de cascajo que aún se exhiben en ese país por doquier. Sería una buena solución, ¿no os parece?
Lamentablemente, los países ricos miran sólo al ombligo de su crisis. Los organismos supranacionales han fracasado en coordinar la ayuda a este rincón del planeta que tanto la necesita. Entre tanto, los ciudadanos del mundo desarrollado occidental protestamos porque este año deberemos recortar un diez por ciento nuestro presupuesto para las rebajas.
El drama de Haití es una parada en nuestras vidas que rememoramos de año en año, para los haitianos es una fatalidad que se autoalimenta a cada segundo.

sábado, 1 de enero de 2011

LA CORDURA SE HA IMPUESTO

Durante unas semanas hemos vivido en Granada en la incertidumbre con el posible cierre del Centro José Guerrero. Después de una dilatada controversia, en la que su clausura parecía inevitable, finalmente se ha impuesto la cordura política y cultural.
Este asunto ha mantenido en vilo a Granada durante meses y en las últimas semanas con una trepidante vacilación agónica.
El cierre de este centro cultural que alberga gran parte de la obra de José Guerrero hubiera supuesto ese atentado a la cultura al que aludíamos días atrás y que calificábamos de auténtico despropósito.
El año se inicia en Granada, e imaginamos que también para todos los que aman la cultura más allá de los límites de esta ciudad, con la alegría de apreciar que aún existe una ciudadanía activa capaz de movilizarse, en estos tiempos de vulgaridad y ramplonería, para evitar el cierre de un espacio donde se respira la creación artística.
Pero también para alegrarnos de que la política todavía se ejerce con sensatez por algunos de sus representantes.
El Centro José Guerrero cambiará de figura jurídica, pero acaso lo más importante es que seguirá vivo. La fórmula escogida ha sido la de una fundación. En adelante se conocerá como ‘Fundación José Guerrero de Arte Contemporáneo’, tendrá como objetivo la investigación y la difusión de los fondos artísticos documentales de la obra del pintor granadino y quedará abierta a otras manifestaciones de arte contemporáneo.
Hace unos días nos referíamos al despropósito que hubiera supuesto su cierre, ahora tenemos que volver a este asunto para compartir con todos los amantes del arte y la cultura esta buena noticia.
La cordura política y cultural se ha impuesto para beneficio de todos.