jueves, 19 de mayo de 2011

MOVIMIENTO 15-M, ¿FLOR DE UN DÍA?

En los últimos tiempos hemos asistido a la aparición de varios fenómenos sociales en los que el ciudadano de a pie ha alcanzado un protagonismo que no se producía desde hacía tiempo. Ejemplos de ello: las revoluciones en el mundo árabe y las crecientes protestas desde distintos sectores sociales en el mundo desarrollado. O la aparición del libro de Stéphane Hessel, Indignaos, y su remedo en España: el libro Reacciona. Aunque tiene guasa que un nonagenario venga a decirnos que estamos dormidos ante la injusticia social, o acaso sea lógico, y la vejez, a pesar de esa absurda explotación del ‘valor’ de ser joven, siga siendo un tramo de la vida del hombre totalmente productivo, aunque ahora se pretenda arrinconar a los ancianos. 

Es lógico que estos libros, sobre todo el primero, se hayan convertido en instrumentos que han venido a despertar el espíritu de rebeldía que parecía languidecer en una sociedad aborregada e hiperdirigida. Hoy día hay motivos sobrados para indignarse, aunque en honor a la verdad siempre los hubo, como los que en sociedades desarrolladas ven truncadas sus expectativas como ciudadanos activos en lo laboral o en la participación social. Si bien, si aquí hay quejas, en los países menos desarrollados hay desesperación. Porque en ellos la población es consciente no sólo de las realidades propias sino también de las ajenas, por mor de un mundo interconectado que pone el escaparate de la opulencia ante cualquier mirada.

Vivimos un tiempo en que la mayor cultura, la mejor preparación, el enorme caudal de información, hace que la gente pueda levantar la voz, se promuevan actitudes más inconformistas, se toleren menos las actitudes intransigentes (no digamos dictatoriales). En los últimos días hemos asistido a un brote social espontáneo, o quizá no tan espontáneo (no ponemos la mano en el fuego), de ciudadanos protestando, indignados, movilizados, ante cómo están discurriendo las cosas en nuestra sociedad. Sin embargo, espero que esa indignación que es extensiva a una gran parte de la sociedad, no sólo a los que se han echado a la calle, no responda únicamente al hecho de padecer una crisis monstruosa con unas consecuencias terribles para mucha gente. Espero que detrás haya algo más, aunque la crisis haya sido una razón de peso.

El movimiento 15-M demuestra que hay una parte de la sociedad que está viva, capaz de pensar y reaccionar. Afortunadamente no toda la sociedad está tan adormecida y manipulada como a algunos les interesa tenerla. La decencia de la política, entre otras razones, está asimismo detrás de esta protesta. Los grandes partidos han defraudado desde hace mucho tiempo a los ciudadanos y no se han dado o no han querido darse cuenta de ello. Absortos en su mundo, en sus luchas de poder interno, en sus rencillas por quitar al de lado, o al del otro partido, se han olvidado de lo que hay fuera de ellos y, de camino, de fortalecer la democracia. La decencia está diezmada con ocupación de cargos eternos, con la conversión de los partidos en oficinas de colocación, con prácticas endogámicas…

La ciudadanía está harta de políticos que sólo buscan sobrevivir en la política pero no comprometerse con la sociedad. La democracia en España tiene que evolucionar: establecer listas abiertas, mayor representatividad del ciudadano, poner límites a los mandatos, mayor intransigencia con la corrupción… Que en todo este asunto ningún partido mire para otro lado, porque esto va para todos.

Lo que deseamos es que esta actitud ciudadana que se ha promovido con el movimiento del 15-M no quede en flor de un día. La presencia continuada, no necesariamente a través de estas concentraciones o movimientos asamblearios, será mejor para la democracia y para el necesario cambio en el seno de los partidos políticos.

lunes, 16 de mayo de 2011

VARGAS LLOSA O EL VALOR DE LA HUMILDAD

“La función de la literatura es hacer vivir lo que en la vida real no podemos vivir”. Con estas palabras Vargas Llosa quiso concitar el sentido más profundo de la creación literaria. Y así dejó claro que entiende la literatura sólo en contacto con la vida, algo en lo que se consideraba profundamente sartriano.
No le importó reconocer que había imitado a los grandes del género: Dickens, Balzac, Tolstoi… ante la audiencia que nos congregamos para escucharle en el Auditorio Manuel de Falla en Granada. Como tampoco eludió decir que ha escrito sobre ciertas cosas porque ‘me han pasado ciertas cosas’.
Sincero, humilde y cercano fue la impresión que me causó el actual premio Nobel de Literatura en la agradable conversación que sostuvo con Benjamín Prado en el acto central del Festival Internacional de Poesía de Granada (9-13 mayo).
Sus primeros referentes literarios fueron Gustave Flaubert y William Faulkner. Pero también contó que le fascina la poesía desde siempre, aunque no se encuentre dotado para ella. Mencionó a Neruda, y sobre él rememoró que su madre le prohibió leer Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Suficiente para que su curiosidad se elevara exponencialmente y terminara buscando la manera de leerlos. En esa clandestinidad y a esa edad los versos: “Mi cuerpo de labriego salvaje te socava/ y hace saltar el hijo del fondo de la tierra” reconoció que le produjeron un auténtico desasosiego infantil.
El otro poeta que ha merecido su atención (pues su interlocutor le pidió que nombrara sólo a dos, y obviamente le sobrevino la duda) es Góngora. “A Góngora he vuelto muchas veces”, y dijo que le mantuvo viva su vocación de escritor cuando aquella experiencia política en su Perú natal.
La conversación fue subiendo de nivel y de interés, y las palabras de Vargas Llosa elevando el entusiasmo de los asistentes.
Una parte sustancial de esa conversación entre ambos escritores se centró en la conexión entre literatura y periodismo. Él trabajó como periodista. Y manifestó que existe un parentesco entre el periodismo y la literatura, pero que hay peligros, pues se trata de lenguajes distintos y que el lenguaje en literatura no es sólo un medio sino un fin en sí mismo, al contrario del periodístico.
Vargas Llosa no ha abandonado nunca el periodismo. De hecho el periodismo de opinión que cultiva le permite estar en la vida e implicarse en el debate público.
En esta faceta periodística recordó una anécdota con Pablo Neruda en París, cuando fue a hacerle una entrevista. Dijo que estaba muy nervioso y que cuando fueron a comer pudo comprobar la fama de glotón de Neruda, pues comía con dos cucharas.
Luego vino el turno de hablar de la novela.
Apuntó que la novela refleja las carencias de la sociedad. Y que si tuviera que definirla recurriría a la definición de Balzac: “La novela es la historia de la vida privada que no podemos escribir”. Definición que le parece fascinante y que lo dice todo de lo que es una novela.
Cuando quiso hablar de las grandes novelas expresó una idea: “Las grandes novelas son las grandes, las que son extensas, con muchos personajes, con proyección en el tiempo, y que recogen mundos diversos y complejos”.
Pudiera parecer que en su trayectoria creativa ha ido planificando el contenido de sus novelas. Nada más lejos de la realidad. Su obra no la ha tenido nunca planificada, ha surgido de una idea que le ha subyugado o de un hecho que le ha despertado el interés. Quizá por eso, a su entender, se le haya colado en su obra alguna novela erótica, de humor o policiaca.
Al hablar de los personajes de sus novelas confesó un pecado literario: “A los personajes malos les cojo cariño”. Y concluyó que si no te encariñas con los personajes no los haces verosímiles.
A la pregunta de por qué están tan presentes en sus novelas, como una constante, la corrupción y los abusos del poder Vargas Llosa lo justificó por el autoritarismo que siempre le ha rodeado: el de las dictaduras de América Latina y el que vivió en el seno de su familia a través de la figura del padre. La literatura, reveló, fue el refugio frente al autoritarismo de su padre y a la rigidez de sus normas.
La percepción de esta amena conversación entre Vargas Llosa y Benjamín Prado es que habíamos asistido a una privilegiada tertulia en la que hablaron dos, pero en la que todos nos sentimos partícipes a través de nuestra atenta escucha y de nuestro pensamiento.

miércoles, 11 de mayo de 2011

LAMPEDUSA

Se mueren de hambre, aunque cerca de ellos pase un barco repleto de comida.
Se hunden las barcazas y se ahogan, aunque cerca de ellos pasen barcos casi insumergibles.
Se les llama inmigrantes ilegales, pero huyen de la miseria y del horror de la guerra.
Les empujan desde Libia por intereses inconfesables, pero nos resistimos a darles la categoría de refugiados.
Se les empuja desde Europa porque no los queremos aquí. Y es que los que vienen parece que ‘no nos gustan’, si acaso fueran pudientes… ¿sería otra nuestra opinión?
Los países occidentales han diseñado una guerra en Libia con intereses muy ocultos y, sin embargo, ningún país quiere que le salpique la sangre de los muertos ni el desarraigo de los que huyen.
Queremos que se vaya el tirano libio, pero que sean otros los que lo derroquen. Y mientras, el tirano libio campando a sus anchas. Entre sus ‘hazañas’: atiborra viejas barcazas de pesca de gentes de toda condición y origen, y los lanza al mar camino de la isla de Lampedusa. ¿Presión para esos gobiernos aguijoneados por sus opiniones públicas libres?, probablemente, ¿qué esperaban de él?
La isla de Lampedusa se ha convertido en otro paradigma en el que se congrega la ignominia y la vergüenza de hasta donde es capaz de llegar la condición humana. Ahora desatada en las múltiples contradicciones políticas, éticas y morales que la adornan.
Libia también es el problema de Europa. Lo mismo que se interesa por su petróleo debe interesarse por sus gentes, por las consecuencias de esa confrontación bélica que ha contribuido a provocar, junto con EEUU, bajo esa nueva estrategia geopolítica de las revoluciones populares del mundo árabe.
Y mientras, Francia e Italia queriendo revisar el Tratado de Schengen.

lunes, 2 de mayo de 2011

ERNESTO SABATO Y LOS DERECHOS HUMANOS

Argentina sufrió desde mediados de la década de los setenta hasta 1983 del siglo pasado una de las dictaduras más sanguinarias que han aflorado después de la segunda guerra mundial.
Por cierto, no me acostumbro a la expresión ‘siglo pasado’, es como si dejara gran parte de mi vida en las estanterías bajas de la historia.
A esa dictadura hubo mucha gente que le hizo frente, muchos pagaran con su vida, hubo madres y abuelas que resistieron en busca de justicia y de sus desaparecidos, y hubo intelectuales comprometidos como Ernesto Sábato que dieron un paso al frente en su oposición.
Ernesto Sábato ha muerto a los 99 años de edad. El recuerdo más grato sobre él, al margen de su obra, es para mí su condición de defensor de los derechos humanos durante la dictadura militar argentina y después de ella. Se puso al frente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, entonces fue cuando percibimos su compromiso práctico, no el del discurso crítico y dialéctico que puede prodigar en cualquier escritor, sino el de batallar cuerpo a cuerpo para esclarecer unas circunstancias tan ignominiosas.
Me interesa menos el Sábato al que se le califica de tener un fuerte carácter, un gran egocentrismo o un gusto desmesurado por las polémicas; me interesa más el luchador por los derechos humanos y su oposición a la dictadura militar argentina.
En Sobre héroes y tumbas Sábato retrató la decadencia de una familia aristocrática en tono pesimista, quizá sea la decadencia de la condición humana que está carcomiendo a las sociedades modernas a pesar de que estemos inundados por una tecnología que no nos hace mejores.
Sábato vivió un siglo que le permitió comprobar cuánto de malo hay en la condición humana y cuánto queda por hacer hasta conseguir que el hombre sea un ser mejor.
‘Encarnar la utopía es la única manera de recuperar la humanidad perdida’, esta frase concentra gran parte de su pensamiento.
Con ella me quiero quedar.