domingo, 17 de junio de 2012

LES MATAMOS LOS SUEÑOS

Una larga noche da para un sueño, dos sueños, e incluso varios sueños en uno solo. Pero también da para inquietarse con una o más pesadillas, que a veces vuelven después de abrir los ojos sobresaltados. La psicología freudiana aportó un tratado sobre los sueños que nos abrió a la dimensión del inconsciente, ese que ni siquiera descansa cuando dormimos. En mi época de estudiante la lectura de La interpretación de los sueños de Freud fue como descubrir ese lado misterioso de nosotros mismos. En el sueño nuestra vida alcanza una dimensión distinta, y a través del sueño recreamos lo que conscientemente somos incapaces de afrontar.

Es posible que estemos pasando la peor crisis de los últimos cien años, incluido el crac del 29, sin mencionar las guerras mundiales o locales, que son la crisis de todas las crisis. Aunque para el capitalismo la guerra haya sido (¿acaso aún lo es?) una de las vías de escape cuando se mete en un callejón sin salida. Las altas cifras del paro juvenil, además de una tragedia social para un país, son una indecencia y una inmoralidad. Y en España lo está siendo. Que tengamos un paro juvenil superior al cincuenta por ciento en los menores de 25 años es un crimen, si me lo permiten, de ‘lesa generación’. Y esto ocurre cuando hablamos tanto del conocimiento como el principal capital de la sociedad del conocimiento, base de la economía del futuro. En España este capital parece que estamos dispuestos a dilapidarlo, a malgastarlo, porque muchos de nuestros jóvenes que son formados por el sistema educativo están emigrando, con su conocimiento incluido.

En los últimos días han llegado a mis oídos muchos casos de jóvenes que han decidido irse a países extranjeros. Los que más conozco se han ido, o están muy cerca de hacerlo, a Londres, casi siempre a trabajos de baja cualificación. Una chica maestra que se va a la hostelería, otra chica profesora de inglés como auxiliar de conservación a un colegio londinense, un ingeniero de caminos de repartidor, un chico licenciado en Biología contratado para recoger los vasos diseminados en los rincones de una discoteca, y unos hermanos que van a buscarse la vida y ver si allí cuaja la semilla de sus sueños laborales. Londres siempre fue en los sesenta y los setenta un lugar de refugio para muchos españoles: exiliados políticos, chicas que querían un aborto que aquí se les negaba, buscadores de una libertad que aquí no encontraban, o jóvenes que pretendían descubrir un mundo de colores en un España en blanco y negro. Sueños de otro tiempo. A Londres iban españoles generalmente formados, con estudios, en mayor medida que los que iban a Francia, Suiza, Holanda o Alemania. Ahora de nuevo parece que Londres juega ese papel de destino de españoles con buena formación, pero esta vez quedan atrás las ansias de libertad, el refugio político o el mundo donde abundaba la emancipación, los jóvenes que ahora se marchan lo hacen a la búsqueda del trabajo que aquí se les niega.

La generación de los setenta éramos la del desaliento o la desesperanza. La de ahora, ¿cómo habría que calificarla?, ¿acaso la de los sueños rotos? Se trata de jóvenes que lo han tenido todo de niños, y ahora que se enfrentan al mundo como adultos parece que no hay lugar para ellos.

1 comentario:

juan dijo...

Lo más grave es que se rompe con las ilusiones de muchos jóvenes que estudian con esfuerzo.
Un saludo.