sábado, 5 de enero de 2013

EL MAL USO DE LA POLÍTICA

El virtuosismo en los valores éticos está en que no se adquieren más que practicándolos. Alguien es moralmente ético cuando lo practica en su forma de proceder con los demás y con la sociedad. Digo esto porque la sensibilidad en la piel de la sociedad en épocas difíciles se acentúa sobremanera. Con la crisis económica la moral privada y la moral pública también se han resentido. No es que antes, cuando la bonanza nos nublaba la visión, no estuvieran quebrantadas, pero ahora su quebranto parece apreciarse mucho más. Victoria Camps escribía que en “una época como la actual, sumida en una crisis que no parece tener fondo, las imperfecciones se hacen más visibles, las instituciones políticas y los poderes fácticos pierden auctoritas, nadie se fía de nadie y la desconfianza alcanza a la democracia misma”. Ejemplos de ello tenemos a manos llenas, ahora hemos conocido la lista de diputados que cobran dietas y alojamiento teniendo vivienda en Madrid. Esto que en otro tiempo hubiera pasado desapercibido y casi tolerado, hoy no se admite.

España es un país donde el paro alcanza cifras mayores que en la mayoría de los países de Europa. La esperanza a mucha gente se le está cayendo como jirones a medida que el implacable paso del tiempo alimenta su desaliento. Para los mayores, quienes cargan con los cincuenta o los sesenta años, porque no encontrarán empleo nunca más en su vida. Para los jóvenes, porque ven que las ilusiones puestas en tantos años de estudios en Formación Profesional o en la Universidad no les conducen más que a la precariedad laboral o al desempleo. Muchos de ellos tendrán que emigrar, irse fuera de su país, con el desconsuelo que esto supone a pesar de estar educados en esa concepción planetaria de su existencia que una vez fue tan fomentada en la escuela.

Ahora hemos conocido que se ha nombrado a Rodrigo Rato como asesor de Telefónica para América Latina. El mismo ex ministro del Gobierno de Aznar que puso las bases para la burbuja inmobiliaria, o el mismo ex director gerente del FMI que salió de bulla del organismo financiero internacional, también el mismo ex presidente de Bankia que abandonó por pies la entidad unos días antes de que la interviniera el Estado, dejando un agujero de miles de millones de euros. Confieso que ante esta noticia me he sentido abochornado y derribado como ciudadano de este país. Estamos viendo como los grandes imperios económicos del Estado que se privatizaron recolocan a ex presidentes y ex ministros de todos los colores políticos en sus consejos de administración (Felipe González, Aznar, Elena Salgado, Zaplana…, la lista es larga). Asistimos como ciudadanos al espectáculo donde del modo más grosero e impune se abofetean la ética y la moral públicas de una sociedad ajada por una crisis que no auspició y que sí provocaron gentes que estaban al frente de gobiernos e instituciones financieras, y que han utilizado la política para promoción personal. ¿Para esto quieren algunos la política?

Esta sociedad nuestra está enferma, tiene un cáncer que la carcome, y no es precisamente sus ciudadanos que en su mayoría son sufridores de un sistema donde cualquier moral pública parece quedar sólo para rellenar un discurso pero no para practicarla. Ahora que ya no estamos en tiempos de bonanza, cuando tanta gente sufre, toda conducta frívola parece si cabe más humillante. Los protagonistas más visibles de la vida pública tienen un deber de ejemplaridad y coherencia con los valores que dan sentido a las sociedades democráticas. Está visto que tampoco hemos avanzado en esto.

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