domingo, 24 de febrero de 2013

GANAR UN DEBATE

Cada vez nos quedan menos recovecos en la mente, al menos en la de los adultos, para que germine el engaño. Lamento que desde la política no exista otra tendencia que la de burlar a la verdad. Y que no se opte por otra opción más ética y decente que la de buscar la manera de inventar el relato que justifique una acción basada en la mentira. La crisis económica parece que no tiene visos de remitir, aunque interesadamente se haya querido trasladar lo contrario desde el Gobierno de España en algunas informaciones y en el reciente Debate del estado de la Nación. Las previsiones económicas de la Comisión Europea dicen que lo peor de la crisis llegará con 2014. A la vista de ello no quedan más que dos alternativas: o en Bruselas están equivocados, o alguien desde el Gobierno nos está engañando. Lamentable que eso de la cultura de la verdad siga siendo un valor desconocido para nuestros gobernantes. De ser cierto lo que dicen las autoridades europeas, el paro seguirá incrementándose durante un año y medio al menos. Más dificultades para mayor número de personas.

El Debate del estado de la Nación ha resultado un fiasco. Si bien ello no ha sido óbice para que se haya abierto una guerra de cifras para determinar quien lo ha ganado: si Rajoy o Rubalcaba, con algunos medios de comunicación, lamentablemente, como cómplices. Han salido a la palestra políticos de uno y otro partido dando una calificación numérica a la actuación de cada cual (obviamente, barriendo para casa). En las tertulias de radio y televisión se ha preguntado a los tertulianos que diesen su puntuación. El barómetro del CIS ha publicado los resultados de su encuesta para decir que el presidente del Gobierno fue el claro vencedor para el 34,6% de los encuestados, con 27 puntos de ventaja sobre Rubalcaba, así como que para más de uno de cada tres encuestados (39,1%) no venció ninguno de los dos.

Una vez terminado el debate lo que menos interesa es saber quien es el ganador. Pocos (quizá muchos) han reparado en que a la mayoría de la población no le importa quien haya podido ganar el ‘supuesto’ debate. Lo que realmente importa es que el debate lo han perdido todos los españoles. Como están perdiendo día a día gran parte de sus opciones personales ante un modelo de gestión de la crisis al servicio de otros intereses que en nada tienen que ver con los que atañen al común de los ciudadanos. Todo el ‘esfuerzo’ del actual gobierno, aparte de favorecer a las élites que controlan la economía, está haciendo a la gente más pobre, más triste y con menos esperanza. Pretenderán engañarnos, pero ya no existe margen de credulidad en nuestra mente para que triunfe la argucia.

¿Qué importa, entonces, quien haya podido ganar el debate? Lo que importa es que lo hemos perdido todos.

miércoles, 20 de febrero de 2013

ABANDONO ESCOLAR

El desánimo parece un mal generalizado, algo que me produce pavor. Pero cuando el desánimo llega a la escuela, entonces el pavor se transforma en terror. No sé si producto de mis propias circunstancias de este momento, pero advierto que el desánimo entre el profesorado es como si hubiera subido otro poco más, ahora en más quilates. O tal vez no sea más que un fiel reflejo de lo que ocurre en la sociedad, cumpliendo así el axioma de que la escuela es un trasunto de la sociedad.

En estos días parece que sólo llega a mis oídos la expresión ‘abandono escolar’. La he escuchado bastantes veces. Seguro que en mis conversaciones con docentes hemos hablado de otras muchas cosas más, pero lo único que ronda por mi cabeza en este momento es que asistimos con total indolencia al abandono de la escuela de alumnos que nada más que cumplir los dieciséis años dicen que se van y que no vienen más. Pero lo peor es que me refiero, no a los que concluyen satisfactoriamente la educación obligatoria con titulación y no continúan ampliando sus estudios, sino a los que se van porque han cumplido dieciséis años, sin título ni nada.

España tiene una tasa de abandono escolar en torno al treinta por ciento, muy superior a la de cualquier país de nuestro entorno. Más allá de las razones que hace unos años tenían que ver con ganar dinero fácil ante la demanda de mano de obra (algo que ahora no se está produciendo), existen otras que tienen que ver con nosotros, los educadores; con ellos, los padres; y con el ente que nos agrupa, la sociedad. A veces tengo la impresión de que hay alumnos que parece que nos estorban en la escuela, y no le ponemos reparo a que dejen de asistir cuando la edad se lo permite sin haber terminado los estudios obligatorios. Pero, asimismo, hay padres a los que da la impresión que les estorban sus hijos en la escuela, y no tienen rubor alguno en firmar un documento, cumplidos los dieciséis años, donde expresan con rotundidad que se llevan a sus hijos de la escuela. Esto está ocurriendo en un amplio sector de alumnado generalmente de extracción social más desfavorecida o de nivel cultural muy empobrecido.

Tengo que decirlo como lo siento, pero lo digo como lo estoy viendo: hay un fracaso colectivo en este asunto. Empezando por los padres que claudican ante las demandas de los hijos o su propia desinterés (¡qué falta le hace al niño o la niña la escuela!); pasando por la propia escuela (y todos los que en ella nos movemos) que no hace lo suficiente para retenerlos; y terminando por un sistema de cobertura social que una vez cumplidos los dieciséis años ya no actúa contra los padres o las prestaciones sociales que estos perciben, el requisito que les obliga a mantener la asistencia de los hijos a la escuela.

Detrás del abandono escolar existe un trasfondo cultural que no hemos sabido combatir todavía, que está en la mentalidad de un porcentaje alto de población española. Si antes los jóvenes se salían de la escuela porque tenían al alcance de la mano un trabajo fácil, ahora lo hacen fundamentalmente (como lo hacían antes también) porque todavía existe una devaluación social del estudio muy generalizada. Y esto no lo combatimos suficientemente ni antes ni ahora.

domingo, 10 de febrero de 2013

ANTONIO MUÑOZ MOLINA, DECISIÓN VALIENTE

Algunas veces he vivido, no sin indignación, el abandono del órgano de participación de una institución por parte de un grupo político. Abandono de un pleno municipal, de un Parlamento autonómico o del Congreso de los diputados. El respeto a las instituciones está por encima de decisiones partidistas. Estas maneras de proceder se me antojan no sólo una ofensa a la ciudadanía allí representada sino también a la propia democracia. Hay momentos en que uno tiene que mantener la dignidad para fortalecer la dignidad que otros pisotean. La decisión de Antonio Muñoz Molina de haber ido a Israel a recoger el premio que entregan los organizadores de la Feria Literaria Internacional de Jerusalén en reconocimiento a escritores que promuevan la idea “de la libertad del individuo en la sociedad”, me parece una decisión valiente.

Cuando se supo que Muñoz Molina había sido el galardonado un grupo de intelectuales le dirigió una carta ‘pidiéndole’ que renunciara al premio. Leído su contenido me parece que algunos de sus argumentos rayan en la ofensa. Toda la carta rezuma presión hacia el autor de Sefarad. Tiene un sesgo de intolerancia impropio de este grupo de ‘intelectuales’ (ahora entrecomillo el término), con los que en algún caso puede que me identifique. Incluso se aprecia alguna velada amenaza: “Los artistas que aceptan participar en eventos oficiales israelíes como es esta ceremonia de entrega, prestan sus nombres, indirecta y a menudo inconscientemente, a la Hasbara o propaganda sionista”. Bochornoso, sencillamente. Con tales ‘consejos’ se demuestra una actitud de intransigencia que está más en consonancia con la que practica el gobierno israelí que con la postura de un intelectual que tiene que huir de cualquier sectarismo.

Un intelectual no puede caer en la trampa de la generalización ni etiquetación para referirse a un pueblo. Dicho rechazo supone medir con la misma vara a toda la población israelí, lo que obviamente es injusto, pues en ella no todo el mundo practica la intolerancia ni está de acuerdo con la política de ocupación y represión que ejerce su gobierno sobre territorios palestinos. Además, recoger el premio brinda a Muñoz Molina, quien sabemos de su compromiso ético, moral y social con la democracia, la libertad y los derechos humanos (más que muchos otros intelectuales que se mueven con prácticas de dudosa ética y moralidad), una buena oportunidad para lanzar un mensaje que hable de tolerancia, respeto entre los pueblos y cumplimiento de los derechos humanos. En su discurso reclamó la creación de un Estado palestino. Algunos intelectuales pretender estar por encima del bien y del mal, y no se dan cuenta que sólo por su trabajo intelectual pueden dar una visión del mundo y de la realidad como contribución al conocimiento de una sociedad, pero ello no les habilita socialmente para convertirse en individuos que viertan sectarismo e imposiciones donde se olvide a millones de personas. Entonces es cuando su valor como intelectual se desacredita.

Interpreto asimismo que en la mencionada carta también hay mucho de personal contra Muñoz Molina, al decir: “Llevaría a sus seguidores y seguidoras a cuestionarse, no el compromiso individual que usted probablemente tenga con los derechos humanos, la libertad y la dignidad humana, sino el valor que debería tener para activar este compromiso, y apoyar el movimiento global no-violento que busca acabar con el apartheid israelí, en vez de posicionarse en contra”. Es posible que algunos de los firmantes de esta carta tengan alguna cuenta pendiente con Muñoz Molina, lo que me parece si cabe más mezquino y rastrero.

domingo, 3 de febrero de 2013

ESE ‘NEGRO’ FUTURO DE LOS JÓVENES

En este tiempo de pesadumbre donde todo parece haberse teñido de negro, pero de un negro que oscurece voluntades, que oculta realidades obvias, donde se pretenden encubrir actitudes ignominiosas, la esperanza parece haberse debilitado tanto que es como si estuviera erradicada de nosotros mismos. Llevo tiempo en que me cuesta trabajo escribir otra cosa que no sea expresar el malestar y la rabia que me provocan los obscenos y vergonzosos acontecimientos políticos y económicos que cada día conocemos a través de pausadas y medidas informaciones de los medios de comunicación. También en este áspero y cínico panorama se dilucida el futuro de millones de jóvenes.

Acceder a una plaza de MIR, o una plaza de maestro, o a cualquier otra plaza de la Administración, es sinónimo de gran competitividad entre miles de jóvenes, de una fuerte pugna para alcanzar alguna de las pocas plazas que se ofertan. De brutal y humillante, si se me permite la expresión, es como calificaría esta lucha cuasi fratricida, que casi cabría situarla dentro de los parámetros más puristas de la teoría darwiniana del origen y la selección de las especies. Sin embargo, estas duras pruebas por la que pasan miles de cientos de jóvenes cada vez que se convoca un concurso-oposición, tras un interminable periodo de preparación y estudio que puede durar varios años, nada tiene que ver con la facilidad con que algunos jóvenes consiguen posicionarse y alcanzar puestos de remuneración en los partidos políticos sin haber demostrado ni mérito ni capacidad, tan sólo una buena relación de servidumbre con el ‘líder’ o ‘lideresa’ de turno en el partido que sea.

Aún tenemos reciente el caso de Carromero que, tras su repatriación por condena, ha encontrado su viejo ‘trabajo’ de asesor en el Partido Popular. Pero este caso no es el único, en todos los partidos políticos hay casos de estos ‘elegidos por capricho’ que, si mantienen la fidelidad a la mano que les da de comer y piensan lo que piensa su líder, tienen un futuro bastante asegurado. Aun a costa de mermar su voluntad secuestrada y de perder lo más preciado para una persona: su capacidad crítica para pensar con autonomía. De este modo, te encuentras a una pléyade de arribistas en los partidos políticos que sin haber alcanzado previamente un futuro profesional por mérito y capacidad hacen del partido su futuro profesional. Una manera de desvirtuar impunemente el valor de los partidos políticos en una democracia. Y si no, miremos lo que está pasando en los partidos de nuestro país: casos de corrupción, ineficacia en la gestión, distanciamiento con los problemas de la ciudadanía, alejamiento de la sociedad, ‘enrocamiento’ interno para negar cualquier evidencia que crean que les perjudica.

En este panorama tan lacerante es cuando cabe valorar más ese esfuerzo titánico, plagado de horas de estudio y de privaciones, que realizan miles de cientos de jóvenes para trabajarse su propio futuro con la única ayuda que le proporciona su valía personal y un continuado esfuerzo. Y yo, mientras, a la espera de que esta flagelación a que nos somete la denigrante realidad que vivimos me deje un hueco en la mente para que esa historia que arrancó hace tiempo, y que se ha empotrado en el folio 40, no se vea afectada hasta el punto de gripar el motor.