martes, 10 de diciembre de 2013

MANIPULAR LA HISTORIA EN DEMOCRACIA


Cuando estudiábamos a Marc Bloch o a Lucien Fevbre en la Facultad de Letras de Granada, recién estrenado el edificio del Campus de La Cartuja, aprendimos que la Historia era la historia del hombre y que sólo los documentos nos daban el sólido respaldo a nuestro análisis histórico. Caer en la tergiversación de la historia es el riesgo que corren los malos historiadores que se basan en suposiciones y no en consulta de fuentes de primera mano.

Cuando llegó nuestra democracia creímos que se había acabado la época de la manipulación de la Historia de España a la que nos había sometido el régimen franquista a los niños que asistíamos a las escuelas de los sesenta y setenta. Pero hemos visto que aquello de los manuales de primer y segundo grado parece que quedó en una mera anécdota, que ya es mucho decir, comparado con lo que después hemos vivido.

El día que algunos elementos de la ultraderecha acabaron con su complejo de dictadura se lanzaron en plena democracia a preparar densos manuales de seudohistoria para justificar la sublevación de Franco, la necesidad de la guerra civil y el régimen que sometió a España durante cuarenta años a una dictadura.

Los que hemos impartido clase de Historia hemos procurado presentarla con el mayor rigor y mejor análisis que demandaba nuestra profesionalidad y la deontología docente. Transmitíamos a nuestros alumnos que las verdades en Historia sólo existen si están bien fundamentadas, que en caso contrario surgirán las trampas de las que está llena también la historia, y que hacer historia con la intención de justificar una idea preconcebida es un ejercicio de indecencia profesional.

Pensaba que esta reacción de la ultraderecha sería la única nota discordante que íbamos a vivir en democracia, pero ahora hemos visto que aquella puede hasta quedarse corta frente al simposio de historia organizado en plena democracia a través del Centro de Historia Contemporánea de Cataluña, adscrito al Departamento de la Presidencia de la Generalitat, que han denominado “España contra Cataluña: una mirada histórica (1714-2014)”. En él participan historiadores a los que he tenido devoción, como Josep Fontana, que me abrió los ojos al análisis histórico en trabajos como La crisis del Antiguo Régimen o La quiebra de la monarquía absoluta (1814-1820), un librito publicado en Ariel que fue para mí como una pequeña biblia. Espero y deseo que ponga una nota de cordura es lo que se esconde detrás del título del simposio en la lección inaugural titulada “España y Cataluña, 300 años de conflicto político”.

Escribir la Historia a la medida de unos intereses políticos es un ejercicio de probada zafiedad profesional. Un historiador no puedo partir de tales apriorismos, que se descalifican ya desde el título. ¿O acaso pretenden manipular la historia como lo hacen los regímenes dictatoriales, como lo hizo Franco, como lo hacen los regímenes totalitarios?

Me avergüenzo de los historiadores sometidos al poder político que han perdido su independencia. El victimismo de un poder político interesado no puede ser justificado por una manipulación y una visión sesgada de la Historia.

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