domingo, 10 de agosto de 2014

SALVAR LOS LIBROS

Las guerras son tan irracionales como aquellos que las promueven y alientan. En las guerras se desprecia la vida de las personas y su dignidad. Y despreciando la dignidad de las personas se desprecia la cultura y la educación.

En aquella guerra del despropósito que fue la guerra de Irak, la caída de Bagdad supuso el saqueo de los principales museos de la ciudad ante la mirada impasible de los invasores, el ejército norteamericano. Desaparecieron millares de piezas de las culturas antiguas de Mesopotamia. La cultura y la educación en aquel país se resintieron sobremanera. Hoy es un país fragmentado, violento y convulso, lo estamos viendo a diario.

Me ha llegado la fotografía que encabeza estas palabras a través de una amiga de Facebook, Tamanantali Mohamed. Le agradezco que la haya publicado. Nos ha dado la oportunidad de conocer esta imagen que simboliza algo más que la destrucción que se deriva de las armas utilizadas en una guerra, es un alegato por la cultura y la educación. Entre tanta tristeza y desolación, ¡que gesto!: salvar los libros. La imagen representa cuatro momentos en que esa niña recoge los libros que han quedado bajo el cascajo, tras el grosero e infame bombardeo de una escuela en Gaza por el Ejército israelí.

Hace ya casi dos años, un descerebrado talibán tiroteaba en la cabeza, hasta llevarla al borde de la muerte, a la niña Malala Yousafzai. Quería impedir que asistiera a la escuela. Ahora vemos a otra niña (no conocemos su nombre, pero héroe también) que nos dice con su gesto que nada ni nadie será capaz de impedir que ella siga formándose como persona leyendo los libros que ahora salva de las ruinas. Ni que las bombas, ni la barbarie, serán capaces de acabar nunca con la educación y la cultura.

Algunos ven en los libros y la cultura demonios que quieren aniquilar. Han sido bombardeadas sin miramiento escuelas de la ONU en Gaza, han muerto muchos niños, y de camino se ha querido despreciar la cultura y la educación. Utilizar la violencia para acabar con la cultura nunca ha funcionado. Iluso quien lo pretenda. No lo consiguió Cisneros en febrero de 1502 con la quema pública del Corán y otros escritos en la plaza Bibarrambla de Granada. Ni los nazis con la quema de libros de autores judíos, entre otros momentos en1933, de la biblioteca del Instituto para la ciencia sexual de Berlín. Ni los golpistas de Chile, después del 11 de septiembre de 1973. Ni siquiera lo consiguió el cuerpo de bomberos, transfigurado su cometido profesional, que se dedicaba a quemar los peligrosos y tóxicos libros en la obra de Ray Bradbury, Fahrenheit 451.

La acción de esta niña palestina es un gesto esperanzador. Ver el empeño con que rescata los libros entre los cascotes y los tubos destrozados de la escuela no sólo se trata de una proeza, sino de un símbolo frente a la barbarie más vil del ser humano a favor del valor cultural que representan los libros.

Esa mirada que parece dirigirnos a través de la cámara, en el transcurso de su voluntariosa labor, no es una distracción de su firmeza, con esa mirada entre triste, serena e inocente, es como si nos quisiera decir que las bombas podrán acabar con los edificios, destruir las carreteras, los coches, incluso la vida, pero nadie conseguirá doblegar su espíritu libre y acabar con su sueño de hacerse mejor persona a través de la educación y la cultura.

1 comentario:

Eli dijo...

Es formidable ver cómo hay personas, en este caso una niña,que en la desgracia son capaces de recuperar lo que les hará libres. Mucha sensibilidad en este artículo.
Un cordial saludo.