martes, 27 de marzo de 2012

PRIMAVERA

Llevamos unos días de primavera y casi no había percibido diferencia alguna con el final del invierno; ni siquiera con todo el invierno que, salvo unos días de bajas temperaturas sufridas calladamente por mi limonero (aún pequeño, pero que ya me ha brindado una cesta de limones), ha sido un invierno benigno, demasiado benigno. Dicen que ello es una consecuencia del cambio climático que está subiendo la temperatura media de la Tierra año a año. Y debe ser cierto, porque esa subida de la temperatura está haciendo que en las regiones septentrionales de Europa, siempre gélidas, se incremente el número de días con temperaturas más agradables. Que sea, al menos, para disfrute de sus habitantes que siempre se nos antojan lidiando con la nieve y el hielo.
Anteayer era día de elecciones autonómicas en Andalucía y fui a votar al colegio electoral que me corresponde, el que se sitúa en el Ayuntamiento de Pinos Genil. Casi siempre que voy hasta el pueblo me gusta hacerlo dando un paseo, acompañando el curso del río Genil. A cada paso el río te recuerda su presencia en ese rumor continuo de sus aguas que se hace más sonoro cuando grandes piedras se interponen en su camino.
En el trayecto la arboleda es abundante, y en una parte del recorrido hay una notable plantación de ciruelos. Cuando pasé junto a ellos descubrí la primavera en toda su explosión de vida y color. Los ciruelos estaban en flor y parecían nevados, rivalizando con las cumbres de Sierra Nevada que se alzan unos kilómetros más arriba.
Al cierre de los colegios electorales comenzaría una avalancha de resultados cambiantes en función del porcentaje de voto escrutado. En Andalucía ha ganado el partido popular pero sin mayoría suficiente para gobernar. El bloque de izquierdas que concurren por separado (socialistas e izquierda unida) suman escaños suficientes para gobernar en coalición.
El mensaje lanzado por los votantes ha sido claro: existe otra forma de hacer política para salir de la crisis económica diferente a la que propone el gobierno de la nación del popular Mariano Rajoy, quien secunda la que dicta la Unión Europea. Entristece ver a los gobernantes europeos comer de la mano de un poder económico que está dictando esas políticas a los débiles y mediocres gobiernos europeos.
Un mensaje para estos gobernantes: necesitamos un poder político fuerte, que mire al ciudadano, frente al poder económico, que mira sólo sus intereses.
La primavera realmente ya está aquí, los ciruelos me lo indicaron ayer. Dicen que es la estación de la vida, la luz y el color, pero el sufrimiento de los ciudadanos ante la crisis mucho me temo que durará todavía algunas primaveras más si los gobiernos se empeñan en llevar al ciudadano por la senda de la precariedad y la asfixia económica.
Los poderes económicos se están mostrando insaciables; entonces, ¿hasta cuándo el padecimiento de los ciudadanos?

lunes, 19 de marzo de 2012

LA FIESTA DE LA SUCIEDAD

En los últimos meses hemos vivido el protagonismo de la juventud española en la esfera social desde múltiples vertientes.
Sorprendió agradablemente ver que esa juventud adormecida, consumista y aborregada, que se pretende desde un modelo económico que sólo ve en la cara de las gentes (niños y grandes) disciplinados, alienados y empedernidos consumidores de lo que representa el negocio como auténtica religión del capitalismo voraz, había despertado de manera clamorosa en el movimiento 15M.
Asimismo, ante la crisis económica y todo lo que representa en la limitación de derechos y servicios públicos básicos para el ciudadano, hemos visto como los jóvenes se han echado a la calle para expresar sus inquietudes y sus temores frente a la lógica perversa de un modelo económico que somete al poder político para que este actúe a su dictado.
Y también sorprende que cada fin de semana miles de jóvenes se echen a la calle para divertirse de una sola manera: agrupados en manada, bebiendo alcohol sin control y esperando que las primeras luces del día les lleven a casa para dormir.
Refiriéndome a este último, en Granada se ha celebrado la llamada fiesta de la primavera, que no es más que una excusa zafia como expresarse socialmente de una manera contraria a lo que representan las dos primeras a las que hemos aludido. Y que dejó la zona de la ciudad donde se celebró (el eufemístico ‘botellódromo’, calles, plazas, portales y otros espacios públicos y privados) convertida en un lamentable e inadmisible muladar lleno de desperdicios, plásticos, envases y evacuaciones humanas. A la vista de ello, mejor debería denominarse a ese evento como la fiesta de la suciedad.
En las tres vertientes en que la juventud hace manifiesta presencia en la esfera pública hemos visto a miles de jóvenes en la calle pero con comportamientos y actitudes diferentes. Me pregunto, en tal caso, si serán los mismos jóvenes los que han estado presentes en cada uno de los tres momentos.
Hace años publiqué un artículo en Ideal, ‘El monstruo beodo’ (http://bit.ly/FQcE7r), donde exponía mi preocupación por esta manera de divertirse de una parte de la juventud, en un momento en que el alcalde de Granada, José Torres Hurtado, animaba con no poca torpeza y sí mucha osadía a convertir a Granada en la ciudad del botellón. Sigo reconociendo mi parecer en lo dicho en aquel artículo.
Todavía me sigue preocupando mucho esta forma de divertirse de una parte de la juventud, y que no creo que sea la misma que integra el 15M ni las manifestaciones en contra de los recortes en la educación.

martes, 13 de marzo de 2012

VÍCTIMAS DE TERRORISMO Y ASOCIACIONES

Cada vez que se organiza un acto en torno a las víctimas del terrorismo siento vergüenza ajena. No quisiera posicionarme con ninguna de las asociaciones porque todas las víctimas son iguales en su reconocimiento. La muerte es lo mismo de injusta y trágica venga de donde provenga la mano asesina del terrorista.
Cuando era pequeño observaba las costumbres (aún existen en zonas rurales, menos en las urbanas) que se guardaban en la despedida de los difuntos: el ritual del pésame (que es diferente según las zonas) o el tiempo que se ha de guardar el luto. Entonces se asumía que la televisión no se podía poner en un tiempo prudencial (meses o un año), tampoco escuchar música, guardar el preceptivo tiempo de luto. Mi madre estuvo vestida de negro por mi abuela dos años, que yo recuerde. Además del sentimiento personal, existía una imposición pública.
Mostrar el dolor por la pérdida de un miembro de la familia en público tiene distintas reglas sociales que, según las culturas, se imponen rigurosamente. En algunos casos esa imposición pública del dolor, basada en atavismos religioso-supersticioso-sociales, alcanza un grado tal de crueldad, sobre todo en el caso de la mujer, que raya lo inhumano. La tradición 'satí' de la India, avalada por una presión social asfixiante, empuja a la viuda a arrojarse a la pira funeraria para morir en el mismo fuego del difunto marido (algo cada vez más anecdótico, afortunadamente). También existen otras prácticas sociales en torno a la muerte del varón igual de crueles, como anular la vida social de una mujer cuando se queda viuda. La esfera de lo público imponiendo cómo debe gestionarse el dolor propio ante la muerte de un ser querido.
En el caso de las víctimas del terrorismo en nuestro país la presión social está imponiendo también la manera en que cada cual debe llorar a sus muertos. Si ya es penoso el daño que ha ocasionado el terrorismo en la sociedad española en los años de democracia, más penoso es observar la fractura que existe en España entre las víctimas de ese terrorismo. Un concepto de víctimas, dicho sea de paso, de amplio espectro al que se han acogido algunos con escasos lazos familiares con los asesinados.
El terrorismo ha dañado mucho a la sociedad española, tanto que ha hecho aflorar los intereses más espurios y amorales que pretenden sacar rédito político a costa del dolor y la tragedia. Porque monopolizar el dolor y el sufrimiento de las víctimas es una manera inmoral de utilizar lo que es sólo patrimonio de la persona. Hay quienes (alguna prensa, dirigentes políticos camuflados bajo los dirigentes de asociaciones de víctimas del terrorismo) marcan las pautas de cómo se debe gestionar el sentimiento y el dolor de las víctimas, de cómo se tiene que llorar a los muertos. La división de las víctimas del terrorismo en varias asociaciones, en algún caso no es accidental, tiene connotaciones e intereses políticos inconfesables.
Las víctimas de la guerra civil también están huérfanas de esa anhelada unión de la sociedad española a la hora de rendirles el modesto homenaje que tan sólo aspira a darles una sepultura digna, la que se merece cualquier ser humano.
En España todo lo que gira alrededor de las víctimas del terrorismo está politizado. Groseramente politizado. Cuando pasen varias generaciones, estas sentirán vergüenza de lo que hoy de cómo unos cuantos las utilizan por interés político o ideológico exclusivamente. Lástima que ellos no estarán, como tampoco estaremos los demás para verlo. Pero digo esto por si acaso se les cayera ahora la cara de vergüenza. Están a tiempo.

martes, 6 de marzo de 2012

EVALUAR Y VALORAR EN EDUCACIÓN


Entre los horizontes que se han abierto con internet está el de facilitar el intercambio de ideas, pensamientos y escritos entre personas como nunca hubiéramos imaginado hace tan sólo treinta años. Ahora es fácil acercar al público en general con escritores, pensadores, artistas…, que en otro tiempo hubiera sido muy difícil, por no decir  imposible, si no era a través de su obra. De haber existido antes este espacio virtual, y haciendo un ejercicio de imaginación, Aristóteles, Kant o Sartre quizá hubieran tenido un blog donde expresar algunos de sus planteamientos filosóficos.

Hoy conocemos blogs de escritores o pensadores en los que desnudan una parte de su creatividad y su pensamiento ante el gran público, a veces exponiéndose a comentarios impertinentes cuando no ofensivos. Uno de ellos es el de Ángel Gabilondo, quien fuera ministro de Educación. Desde hace unas semanas tiene abierto un blog en El País, ‘El salto del Ángel’ (http://bit.ly/zzTING) lo titula. Suelo seguirlo como hago con algún otro, y de vez en cuando, si el tema me lo suscita, introduzco un comentario. La última entrada de este blog (5 de marzo) se titula ‘Evaluación y valoración’. En ella Gabilondo expone algunas ideas muy interesantes que han despertado mi atención. “Todo lo medimos, todo lo pesamos, pero no siempre lo sopesamos, no siempre equilibramos, ni tanteamos, ni examinamos”, dice en el desarrollo de esta entrada. Más adelante escribe: “Así que, puestos a medir y a sopesar, lo que se requiere es mesura, ponderación, moderación, comedimiento. Y finalmente remata con: “Hemos de evaluar continua y permanentemente. A fin de realizar buenos diagnósticos, a fin de adecuar los objetivos con los resultados y de medirlos, a fin de encontrar los cauces para mejorar, a fin de adoptar las decisiones oportunas, a fin de estimular, incentivar y orientar, a fin de ser eficientes y rendir cuentas. Esa es su calidad... Y no han de utilizarse como coartada para eximirse de la responsabilidad de las decisiones y menos aún como arma arrojadiza para confundir la necesaria rentabilidad social con otras utilidades interesadas”.

Suscribo estas palabras en su totalidad. Mientras las leía hacía un ejercicio paralelo de extrapolación al mundo de la educación, donde creo que las sustancia su autor, aunque sean susceptibles de aplicarse a otros campos de la actividad humana.

En el comentario que he introducido vengo a resaltar el valor de la evaluación como factor clave para mejorar la calidad de la educación. E indico que en el ámbito educativo hemos vivido, y lo seguimos haciendo, una alarmante precariedad de la evaluación. Mi comentario continúa en los siguientes términos: “alrededor de ella hemos proyectado una sombra que no nos ha dejado ver ni reconocer hacía donde se debían dirigir las decisiones. Lamentablemente, ninguna de las evaluaciones que se han intentado: de centros, del sistema, del profesorado..., muchas veces planteadas en intentos más de cara a la galería que a la eficacia, han servido luego para orientar las políticas educativas. Adolecemos de una cultura evaluativa en la educación española, salvo la del alumnado, y esta realizada de manera parca y con escasa proyección. Existe un miedo ancestral a la evaluación, a que alguien nos examine, a que se conozcan los resultados de una evaluación. Todo esto ha maniatado la inteligencia y las decisiones políticas. La mayoría de los trabajos de evaluación suelen quedar en una serie de informes aislados que despiertan la curiosidad de algunos, pero que en la práctica no tienen mayor trascendencia para esa pretendida mejora del sistema educativo”.

Dice la LOE que el sistema tiene que ser evaluado porque la evaluación “se considera un elemento fundamental para la mejora de la educación y el aumento de la transparencia del sistema educativo”. Pues bien, a pesar de estas buenas intenciones (que ya estaban en las leyes orgánicas anteriores que han regulado el sistema educativo desde 1990) y ese pretendido fervor por la evaluación, todo ello ha servido muy poco para poner en marcha las mejoras que el sistema necesitaba.

En algunas de las reuniones donde un grupo de profesionales de la educación hemos debatido el tema de la evaluación alguien, de manera expresiva y no menos acertada, ha llegado a comentar más de una vez que en “educación siempre estamos pesando el pollo, pero que nunca nos decidimos a condimentarlo y a cocinarlo”.

lunes, 5 de marzo de 2012

REFORMA LABORAL, VERSIÓN CATÓLICA


Que hemos sucumbido a la tiranía de los mercados bajo esta ola neoliberal, ya no lo cuestiona nadie.
Que cuando hablamos de la salida de la crisis económica casi todo el discurso está perfectamente encajado en los patrones del capitalismo neoliberal, ya no se discute.
Que aquí quienes toman decisiones sobre países y ciudadanos constituyen el brazo ejecutor de los intereses del poder económico mundial, creo que ya es una realidad.
Que no se hable de reformar los mercados, de sujetar con alguna brida el poder económico mundial, por parte del poder político, es algo que duerme el sueño de los justos.
Que cuando se habla de adoptar reformas (laborales, sobre todo) para estabilizar las economías se reforme sólo lo que atañe a la ciudadanía: trabajo y servicios públicos, es algo obvio.
Que la Iglesia se pusiera en contra de los que condenan la reforma laboral era una probabilidad que no esperábamos se hiciera evidencia. Pero se ha hecho realidad.
La reforma laboral afecta a todos los trabajadores habidos y por haber, altos y bajos, negros y blancos, laicos, agnósticos y católicos. Pero parece ser que a monseñor Rouco Varela no le parece bien que los obreros católicos, que los hay y en su derecho están, se manifiesten en contra de la reforma laboral.
En sentido contrario a esta reforma laboral promovida por el Gobierno del Partido Popular se han manifestado la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y la Juventud Obrera Cristiana (JOC) en un comunicado distribuido por las parroquias. Ante lo cual el cardenal Rouco no ha tardado en ordenar a sus vicarios que desautoricen lo manifestado por ambas organizaciones. Entre otras cosas, estas dicen de la reforma laboral: “Es otra agresión al trabajo humano como principio de vida y rompe el débil equilibrio conquistado históricamente entre capital-trabajo, alejándose del principio defendido por la Iglesia de la prioridad del trabajo frente al capital”.
Ante esto me pregunto: ¿para quién trabaja el señor Rouco, si los obreros católicos que son los suyos, y además hay más que católicos ricos, aunque entre aquellos tengan menos dinero que los segundos, son abandonados por su pastor?
Mala cosa es no seguir la Doctrina Social de la Iglesia que surgió a finales del siglo XIX con el Papa León XIII y su encíclica Rerum Novarum. Entonces a la Iglesia no le quedó otro remedio que posicionarse frente a la ignominiosa y lamentable situación que vivía la clase trabajadora, en un tiempo en que el capitalismo se fortalecía a costa del trabajo esclavo de millones de obreros que soportaban unas condiciones laborales inadmisibles.
Ahora que celebramos el bicentenario del nacimiento de Charles Dickens es una buena excusa, si no lo hemos hecho antes, para dar un repaso por su obra y así conocer cuáles eran las condiciones de vida del ochenta por ciento de la población. Porque parte de la obra de Dickens más que literatura, que también, cabe catalogarla como testimonio histórico de un tiempo difícil para la mayoría de sus conciudadanos.
Aunque fuera sólo por caridad cristiana (que fueron muchas cosas más) con la Doctrina Social la Iglesia se apiadó de los obreros del XIX, ¿no lo va a hacer ahora con los del siglo XXI, sobre los que están cayendo algo así como otras diez plagas egipcias?
¡Qué lejos está la jerarquía eclesiástica de su pueblo, y de la realidad de este país!