viernes, 29 de noviembre de 2013

YA TENEMOS LA LOMCE, ¿POR QUÉ NADIE HA HABLADO DE UN PACTO POR LA EDUCACIÓN?

Dos años de enfrentamientos dialécticos, movilizaciones, mareas verdes por las calles de España, huelgas, manifestaciones, riadas de tinta en los periódicos, reportajes de televisión, discusiones en programas de radio, sesiones parlamentarias… Dos años hablando de un proyecto de ley de reforma educativa que el PP promovió por medio de su ministro de Educación, José Ignacio Wert. Dos años que han concluido con enconadas defensas de postulados, de defensa de intereses de grupo, con mil argumentos a favor o en contra del contenido de esta ley. Pero también dos años en los que nadie se ha atrevido a mencionar que la solución a todo esto era, antes que cualquier otra cosa, un pacto por la educación.

Desde que se dieron los primeros pasos por el ministro Wert para poner en marcha una reforma educativa en este país las ideologías dominantes se pusieron en guardia para dirimir una guerra en torno a la educación, pero no mirando a la educación. Los partidos políticos, asociaciones o sindicatos se alinearon, y los medios de comunicación igual. Todos tomaron partido por un puñado de ideas que cada cual pensaba defendían honestamente su visión de la educación, pero ninguno, a pesar de cacarear tanta defensa de la educación, tomó partido por ella. Todos miraron sus intereses haciéndonos ver que defendían la libertad, el derecho a la educación o la escuela pública, pero ninguno defendía la educación.

El establishment de una tendencia u otra, a favor o en contra de la ley, marcaron las directrices, señalaron el camino, cuál debía ser el argumentario adecuado en cada caso, por dónde habían de ir las posturas, los pensamientos expresados, los debates, las ideas…, pero se silenció hablar de un pacto por la educación.

A la ideología dominante, a los grupos fácticos, a los ‘pergeñadores’ de ideas y de opinión, a los que establecen los relatos que interesan en cada momento, llámese gobierno, partidos políticos, sindicatos, medios de comunicación, parecía que no les gustaba que se hablara de pacto por la educación. Era como si antepusieran la convenida polémica generada en torno a la LOMCE para polemizar, no en beneficio de la educación sino en beneficio de la renta política que se pudiera sacar en el envite.

El discurso a favor de un pacto por la educación no ha sido aceptado como aportación al debate. Y no ha sido aceptado porque quizá hubiera significado dejar yermo el interés por la batalla y hubiera obligado a buscar consenso y acuerdos. Hablar de un pacto por la educación no ha entrado dentro del pensamiento dominante que había decidido cuál debía ser la hoja de ruta de este esperpento nacional en que se ha convertido la tragicomedia sobre una ley educativa sinsentido. Entre tanto, todos diciendo que defendían la educación, y la educación sin que nadie la defendiera.

La polémica en torno a la educación suscitada por la ley Wert hubiera tenido una tercera vía: la que propugnaba un pacto por la educación, pero a lo que se ve a ninguno de los contendientes (partidos, sindicatos, patronales, medios de comunicación) les interesaba que pudiera haberse instalado en el debate nacional.

En todo este asunto la única que ha perdido ha sido la educación en España, que de haber tenido un pacto para que nadie la manosee, ha vuelto a ser utilizada como un títere para intereses oportunistas y desaprensivos.

Ya tenemos la LOMCE, ¿por qué nadie ha hablado de un pacto por la educación?

domingo, 24 de noviembre de 2013

DÉFICIT DEMOCRÁTICO

La crisis ha golpeado inmisericorde a nuestra democracia a través de las fuerzas ungidas por un poder que se erige omnímodo entre nosotros: la fuerza ‘invisible’ del capital que sumerge todo, hasta nuestras vidas, en un juego con reglas que nosotros no controlamos.

La democracia sobrevive. Lacerada tantas veces, los ciudadanos la echamos de menos. No sé por qué, pero tengo la sensación de que nuestra democracia no ha evolucionado en los treinta y cinco años que llevamos conociéndola. Incluso, hasta me parece que ha perdido fortaleza.

Cuando empezamos a dejar atrás el franquismo (aunque ahora dudo de ello) la recién estrenada democracia se construyó sobre la base de la representatividad. Ello se tradujo en que era ejercida y manejada por los partidos políticos. Quizá en ese momento fuese necesario ese modo de hacer democracia, pero hoy se me antoja con escasa cabida para una democracia que se tiene que consolidar todavía en los tiempos que corren, en una sociedad muy distinta a aquella de finales de los setenta. Hace unos días, la secretaria de Estado de Educación decía, al respecto de la aprobación en el Senado de la LOMCE, que había sido aprobada “por un apoyo muy mayoritario”, cuando tuvo en contra al resto de partidos de la Cámara y tiene en contra a casi todos los sectores de la sociedad española. Es sin duda un uso tergiversado del concepto de democracia, aunque sea legítimo, y una apropiación fatua de la representatividad en un tema tan importante como es una ley de educación.

La crisis también ha cuestionado a los partidos políticos como modelos de organización, pero parecen no haberse dado por enterados. El 15-M, y otros muchos movimientos sociales que se derivaron de él o caminaron junto a él, provocaron la eclosión de una llamada de atención potente y manifiesta en pro de la necesidad de un cambio en ellos. Pero eso no ha llegado, y no sé si lo hará en mucho tiempo, ahora que a esa contestación social le cuesta trabajo mantenerse en el candelero o, cuando no, ha sido fagocitada por el modelo de democracia que se nos ha quedado algo raquítico, pero por el momento inamovible.

Si los partidos políticos aumentaran su grado de democracia interna, no cabe duda que la salud democrática de nuestro país mejoraría. Pero, ¿les interesa que ocurra a los que los controlan? Me temo que ni siquiera los que podrían hacerlo, los partidos de izquierdas, se les ve con la sana intención de hacerlo. Los partidos políticos deberían haber sido los primeros en darle un impulso a la democracia después de todo lo que hemos visto que ha pasado en los últimos diez años con la ‘precrisis’, con la crisis y con lo que nos quedará de ella. Pero ellos son presa de una esclerosis que los hace organismos rígidos y afectados por una especie de sociofobia. Herederos de viejos vicios, no han sido capaces de prestigiar la política para hacer a la sociedad más democrática. Ahora más que nunca se reproducen esos añejos vicios con personas que se encumbran sin procesos democráticos que los avalen, sin militantes que los refrenden y, lo peor, sin haberse labrado previamente un destino en la vida y haberla vivido como cualquier ciudadano o ciudadana.

¿Déficit democrático en los partidos políticos?, sí, en ellos, en los primeros que deberían haber cultivado los valores y el espíritu democrático en su seno. Y lamento que esto ocurra, porque la ciudadanía espera otra cosa. Y lamento que ocurra en los partidos de derechas y en los de izquierdas, en España, en Venezuela o en la China.

La representatividad tuvo su tiempo, ahora cuanta más democracia directa haya más y mejor, acabaremos con el déficit democrático, y la sociedad lo agradecerá.

jueves, 14 de noviembre de 2013

NUEVA EDICIÓN DE ‘LA RENTA DEL DOLOR’*

Se hacía necesaria la reedición de La renta del dolor. Desde hace cuatro años no se podía encontrar en ninguna librería. Aquí os dejo el texto de la contraportada:

Los últimos años del franquismo fueron un tiempo marcado por la intensa lucha a favor de la libertad y la democracia organizada clandestinamente desde el movimiento obrero, las universidades y las organizaciones políticas.

Ese tiempo también representó la vuelta de los primeros exiliados. Matilde Santos será una de aquellos que, tras superar las trabas administrativas impuestas por la dictadura, regresará a España y a su Granada natal, después de un exilio de treinta años en México, con la intención de recuperar sus raíces, el tiempo perdido y acaso su propia dignidad.

La renta del dolor es el retrato de la realidad social y política española de un periodo convulso, plagado de grandes contradicciones, percibido a través de los ojos y las vivencias de Matilde Santos, que nos trasladará hasta las elecciones de junio de 1977.

Con un lenguaje rico e hilvanado, esta renovada novela ofrece a través de sus distintos protagonistas una visión intimista de cómo vivían y sentían los españoles bajo un régimen represivo, obstinado en condicionar tanto el ritmo de sus vidas como su manera de pensar y de decir.

La vida de Matilde y de otros personajes nos proyectará destellos de vidas atormentadas, del amor que un día se hizo imposible y de la compleja y arriesgada resistencia que contra la dictadura hubieron de activar aquellos que se atrevieron a vencer el miedo.

* Excelente portada del pintor Juan Vida.

domingo, 3 de noviembre de 2013

UN POCO DE DESAJUSTE SÍ QUE HAY

Tenemos un Papa que parece llegado del otro bando. Quiere hablar de gais, divorcio y natalidad. Quiere limpiar el Vaticano de halcones y aprovechados. Quiere someter las finanzas vaticanas a una ley de control y transparencia. Y sufre con ver a las mujeres reducidas a la servidumbre en la Iglesia. Hasta llegó a decir que nunca había sido de derechas. Se puso Francisco para que viéramos en él su devoción por el santo de Asís y cuál sería el camino que pensaba seguir.

Se dice que ha llegado un Papa revolucionario; y digo yo que, si es el caso, lo ha hecho en tiempos en que la revolución parece una ordinariez. Ha llegado en un momento en que la política es más cicatera e injusta que nunca. Merkel lleva años repartiendo estopa a los países que vivimos por encima de nuestras posibilidades, a lo que no han tenido empacho de secundar los gobernantes de esos países. Y le han seguido el juego, al tiempo que nos hacen ver que el mundo es así y no se permite soliviantar la paz y la tranquilidad de los poderosos.

Sin embargo, aquí, en la vida real, se habla de gais, divorcio y natalidad para empeorar los derechos que una vez se consiguieron. Y la ultraderecha xenófoba y homófoba se extiende por Europa. Se habla de control y transparencia, pero no se controla ni se hace diáfana la gestión de corruptos y arruinadores de bancos y cajas, urdidores de tramas Gürtel o EREs y otros tipos de parecida calaña que un día tuvieron mucho poder, o que siguen teniéndolo. Se habla de mujeres y se limitan sus derechos laborales o se les discrimina impunemente. Se habla de ideología, y la izquierda parece no existir porque unos cuantos la han secuestrado para que sea menos izquierda y nadie les mueva la silla.

El mundo parece un reloj desajustado, nunca marca la hora acompasado. Tiene varias manillas, como buen reloj, y cada una va a su ritmo y con escasa sincronización entre ellas. A la política del mundo prepotente ya parece que no le afecta nada. Las Merkel, los Rajoy, las troikas, los FMI, campan a sus anchas. Están venciendo la batalla porque una vez nos agarraron por los monetarios ovoides de nuestros bolsillos, como nos siguen agarrando, y no nos sueltan.

La ciudadanía se está apagando. Ya no se clama en las calles por las medidas injustas o reformas laborales neoliberales que adoptan los gobiernos como se hacía tan sólo un par de años. Y eso que hay menos derechos que hace dos años: se recorta la dependencia, las prestaciones sanitarias, la educación se resiente, los derechos laborales o se precarizan los niveles de supervivencia de un gran porcentaje de población.

Ahora que tenemos un Papa que parece mirar de otro modo, tenemos líderes europeos que siguen mirando en la dirección que les interesa a ellos, en la que no están los ciudadanos ni sus derechos. Así no hay quien se entienda. Lo dicho: el reloj de este mundo está desajustado.